El aislamiento provocado por las características de la pandemia del COVID 19 ha generado además de la separación “física”, hambre y múltiples problemas sociales, emocionales y psicológicos. La Iglesia Católica, por medio de Cáritas, fiel a su mandato ha procurado estar atenta, en la medida de sus posibilidades a acompañar a los más vulnerados en su dignidad.