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“Deontología” es un término que designa las obligaciones que impone a los profesionales el ejercicio de su propio oficio. Algunos la identifican con la moral y antes, solo se refería a los médicos y a los abogados, pero después se utilizó también para todas las profesiones sociales en el ejercicio de la función pública. Lo cierto del caso es que hoy hay una verdadera preocupación ética en el ejercicio de toda profesión. Es la humanización de la profesión misma. El ministerio sacerdotal es también una profesión social y una profesión sui generis, pero hoy más que nunca es preciso revalorizar el ministerio sacerdotal.
Se requiere, sobre todo ante los frecuentes problemas y escándalos del campo eclesial, una respuesta oportuna de los pastores con su vida de trasparencia; una oportuna corrección moral, y un verdadero interés por la seriedad de la formación tanto inicial como permanente, para que haya competencia de alto nivel. Es la deontología que incluye no solo el saber, sino sobre todo, el saber ser y el saber hacer. El sacerdote es un puente, y no un obstáculo, por su naturaleza y por su misión, y solo así su ministerio será más creíble y aceptable.